La biometría es el estudio de métodos automáticos para el reconocimiento único de personas basado en rasgos físicos o conductuales intrínsecos a las personas. Con el anuncio del nuevo sensor de huellas dactilares en el último smartphone de Apple, el iPhone 5S, los sensores biométricos vuelven a estar bajo escrutinio entre los profesionales de la seguridad de la información. En especial porque el empleo de estas tecnologías entraría de lleno en la electrónica de consumo, y podría convertirse en algo de uso ubicuo para proteger información tan sensible como la que puede contener cualquier teléfono móvil hoy en día.
La utilización de mecanismos biométricos de consumo pretende solventar un problema de conveniencia, en detrimento de la seguridad. Hoy en día todavía hay mucha gente que no configura una contraseña en sus móviles, tabletas u ordenadores por la incomodidad de teclearla cada vez que se utilizan.
Emplear una huella u otros rasgos biométricos para solucionarlo, aunque facilita la usabilidad, no es el modo más adecuado, ya que además de los problemas descritos anteriormente, fomenta que el usuario final no tome conciencia de la importancia de mantener su información segura, y olvide las buenas prácticas en materia de privacidad, como acostumbrarse a memorizar buenas contraseñas, utilizar una para cada servicio, cambiarlas a menudo, o evitar apuntarlas y utilizarlas en lugares donde puedan ser copiadas.
Por todo ello, es recomendable limitar el uso de tecnologías biométricas a aplicaciones donde la seguridad y la privacidad no sean una prioridad, y en caso de serlo, emplearlas únicamente en sistemas de autenticación de doble factor.